Desde el 1993, el 22 de marzo de cada año se celebra el Día Mundial de Agua, una fecha señalada por las Naciones Unidas que se centra en remarcar la importancia del agua dulce para toda la población mundial. El hecho de que sea – literalmente – un recurso de vital importancia para el ser humano y los problemas de su abastecimiento y escasez en constante incremento, nos han llevado a referirnos al agua como “oro líquido”, porque lo es.
Por eso, cada 22 de marzo se refuerzan los mensajes para concienciar sobre los 2.200 millones de personas que viven sin acceso a agua potable y acelerar la búsqueda de medidas para abordar la crisis mundial del agua, en línea del espíritu del Objetivo de Desarrollo Sostenible 6: Agua y Saneamiento para todos en 2030.
Según apuntan desde las Naciones Unidas…
- Un tercio de las personas viven sin agua potable.
- En 2040, la demanda mundial de energía habrá aumentado por sobre del 25%, mientras que la de agua se habrá doblado.
- En 2050, hasta 5.700 millones de personas podrían estar viviendo en áreas donde el agua sea escasa durante un mes al año, como mínimo.
La campaña de este año tiene la voluntad de mostrar cómo el uso que hagamos del agua, como sociedad, ayudará a reducir las inundaciones, las sequías, la escasez y la contaminación y a combatir el cambio climático. De hecho, se calcula que si se limitara el aumento del calentamiento global a 1.5°C por encima de los niveles preindustriales, se podría reducir la sequía causada por el clima hasta en un 50%.
La edición del 2017 estuvo dedicada a las Aguas Residuales. Bajo el título “Aguas residuales: el recurso desaprovechado", el Informe ya apuntó entonces que la mejora de la gestión de las aguas residuales generaba beneficios sociales, ambientales y económicos esenciales para el desarrollo sostenible.
Tres años atrás, la ONU reflejó el papel fundamental que las Aguas Residuales estaban “a punto de desempeñar en el contexto de una economía circular, en la que el desarrollo económico se equilibra con la protección de los recursos naturales y la sostenibilidad ambiental, y donde una economía más limpia y sostenible tiene un efecto positivo en la calidad del agua”. Su objetivo principal era informar y transmitir a los encargados de la adopción de decisiones, al gobierno, a la sociedad civil y al sector privado sobre la importancia de tratar las Aguas Residuales como “una fuente infravalorada y sostenible de agua, energía, nutrientes y otros subproductos recuperables, en lugar de algo que se debe eliminar o una molestia que se debe ignorar”. Y es que, más del 80% de las aguas residuales del mundo, y más del 95% en algunos países menos desarrollados, se libera al medio ambiente sin tratamiento.
Ya con la Agenda 2030 en el horizonte, se subrayó cómo la gestión mejorada de las Aguas Residuales no solo era crucial para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre agua potable y saneamiento (ODS 6), del que hablamos recientemente en el blog de DAGA, sino también para la consecución de otros ODS. “No es una carga, sino un recurso”, apuntaba uno de los titulares de la página que recogía los principales mensajes del Informe, entre los que se podía leer, también, cómo la creación de capacidad, la investigación y el desarrollo destinados a mejorar la gestión de las aguas residuales “generan oportunidades de empleo”.
A pesar de todo, cifras y datos contrastados, tres años después, el título del Informe sigue siendo totalmente válido y el calendario aprieta. Sabiendo que un uso más eficiente del agua (lo que incluye una mejor gestión de las Aguas Residuales) puede reducir los gases de efecto invernadero, proteger la salud y, sobre todo, salvar vidas, seguir sin actuar es, directamente, un acto autodestructivo.
Por eso, cada 22 de marzo se refuerzan los mensajes para concienciar sobre los 2.200 millones de personas que viven sin acceso a agua potable y acelerar la búsqueda de medidas para abordar la crisis mundial del agua, en línea del espíritu del Objetivo de Desarrollo Sostenible 6: Agua y Saneamiento para todos en 2030.
Un desafío crucial: agua y cambio climático
El Día Mundial del Agua del 2020 pondrá el foco en el binomio agua – cambio climático y su estrecha relación. De hecho, sólo consultando algunos de los datos y previsiones que se están comunicando para la ocasión, se entiende rápidamente dicho marcado vínculo.Según apuntan desde las Naciones Unidas…
- Un tercio de las personas viven sin agua potable.
- En 2040, la demanda mundial de energía habrá aumentado por sobre del 25%, mientras que la de agua se habrá doblado.
- En 2050, hasta 5.700 millones de personas podrían estar viviendo en áreas donde el agua sea escasa durante un mes al año, como mínimo.
La campaña de este año tiene la voluntad de mostrar cómo el uso que hagamos del agua, como sociedad, ayudará a reducir las inundaciones, las sequías, la escasez y la contaminación y a combatir el cambio climático. De hecho, se calcula que si se limitara el aumento del calentamiento global a 1.5°C por encima de los niveles preindustriales, se podría reducir la sequía causada por el clima hasta en un 50%.
Aguas residuales, el recurso (aún) desaprovechado
Anualmente, y dentro del Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos (WWAP), la ONU prepara el Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos. Se trata de un estudio exhaustivo que ofrece un panorama global sobre el estado de los recursos de agua dulce del planeta. Su objetivo es proporcionar herramientas a los responsables de la toma de decisiones para la implementación del uso sostenible de estos preciados recursos.La edición del 2017 estuvo dedicada a las Aguas Residuales. Bajo el título “Aguas residuales: el recurso desaprovechado", el Informe ya apuntó entonces que la mejora de la gestión de las aguas residuales generaba beneficios sociales, ambientales y económicos esenciales para el desarrollo sostenible.
Tres años atrás, la ONU reflejó el papel fundamental que las Aguas Residuales estaban “a punto de desempeñar en el contexto de una economía circular, en la que el desarrollo económico se equilibra con la protección de los recursos naturales y la sostenibilidad ambiental, y donde una economía más limpia y sostenible tiene un efecto positivo en la calidad del agua”. Su objetivo principal era informar y transmitir a los encargados de la adopción de decisiones, al gobierno, a la sociedad civil y al sector privado sobre la importancia de tratar las Aguas Residuales como “una fuente infravalorada y sostenible de agua, energía, nutrientes y otros subproductos recuperables, en lugar de algo que se debe eliminar o una molestia que se debe ignorar”. Y es que, más del 80% de las aguas residuales del mundo, y más del 95% en algunos países menos desarrollados, se libera al medio ambiente sin tratamiento.
Ya con la Agenda 2030 en el horizonte, se subrayó cómo la gestión mejorada de las Aguas Residuales no solo era crucial para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre agua potable y saneamiento (ODS 6), del que hablamos recientemente en el blog de DAGA, sino también para la consecución de otros ODS. “No es una carga, sino un recurso”, apuntaba uno de los titulares de la página que recogía los principales mensajes del Informe, entre los que se podía leer, también, cómo la creación de capacidad, la investigación y el desarrollo destinados a mejorar la gestión de las aguas residuales “generan oportunidades de empleo”.
A pesar de todo, cifras y datos contrastados, tres años después, el título del Informe sigue siendo totalmente válido y el calendario aprieta. Sabiendo que un uso más eficiente del agua (lo que incluye una mejor gestión de las Aguas Residuales) puede reducir los gases de efecto invernadero, proteger la salud y, sobre todo, salvar vidas, seguir sin actuar es, directamente, un acto autodestructivo.